La piel, igual que el resto de nuestro organismo, necesita descansar para funcionar correctamente y ofrecer un rendimiento óptimo. Por ello es tan importante dormir un número suficiente de horas, que proporcionarán a nuestra piel la oportunidad de organizarse y estructurarse cada día.
Si bien es cierto que las necesidades de descanso dependen de cada persona, por lo general un adulto debería dormir entre 7 y 8 horas diarias. Las características del individuo también varían según la franja de edad.
La falta de descanso se refleja de manera manifiesta en tu piel, que se mostrará más apagada y con tendencia a procesos inflamatorios. Las consecuencias para la piel de dormir poco son las siguientes:
Aparición de ojeras: el edema de párpados se hace patente cuando no hemos descansado lo suficiente, porque el drenaje vascular no se ha realizado de modo correcto.
La piel pierde intensidad: la piel pierde luminosidad y los poros se dilatan.
Crece la irritabilidad: y todo ello sin tener en cuenta nuestro humor, que también se vuelve más irritable.
Se producen cambios hormonales: los niveles de cortisol aumentan, y como consecuencia disminuyen la concentración y la síntesis de fibras de elastina, que son las que proporcionan elasticidad y tensión a nuestra piel.
Disminuye la síntesis de colágeno: el sueño es fundamental para el equilibrio hormonal del organismo y su falta hace que se libere una menor cantidad de hormona del crecimiento. Esta disminución hormonal influye en la producción de colágeno.
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